Vuelve el mayor evento de la WWE y tras una temporada bastante desconectado del tema, veo que todo ha cambiado... para seguir igual. Si algo caracteriza a este espectáculo es la facilidad con la que uno puede volver a verlo y sentir que no se ha perdido nada. Y no me refiero ya a esos pequeños vídeos con el resumen de cada trama que precede a los combates, a los que solo les falta una voz con "Anteriormente en la WWE..." sino a la naturaleza recurrente de su narrativa.
Al margen de peleas de calentamiento con varias parejas por un lado y un Royal Rumble rápido de resultado predecible, el espectáculo comenzó con una pelea de escalera por el título intercontinental. El premio de consolación de la WWE por excelencia se convirtió en una lucha entre todos aquellos luchadores prometedores, y en ocasiones caídos en desgracia, que no hay manera de que alcancen la primera división. Con Daniel Bryan oscilando entre el amor del público y el desprecio de los directivos, su presencia en el combate parecía más un castigo que un premio.
Las impresiones del resto del evento, libres de spoilers, tras el salto.