Pocas veces hemos visto una película que haya causado tal desinterés en nosotros. Hitman: Agente 47 carece por completo de personalidad y con su trama simplona y su desarrollo embrollado no deja espacio para ninguna alegría. La dirección es monótona, los actores no transmiten nada y las escenas de acción son, como diría algún crítico cinematográfico, tan fáciles de ver como de olvidar. Menos mal que la semana nos ha compensado con el cierre de la segunda temporada de Fargo. Una extraordinaria temporada en la que sin abandonar las líneas maestras de lo que se esperaba de ella en cuanto a ambientación, tramas, personajes y ritmo calculado al milímetro, ha sido capaz de superar las expectativas gracias a su atrevimiento y al perfecto equilibrio, que ha hecho de estos diez capítulos un viaje formidable.
