La segunda temporada de Stranger Things viene a demostrar que no es necesario un derroche de imaginación para mantener a los espectadores pegados a la pantalla. Argumentalmente continuista y a ratos hasta plagiadora de sí misma, lo cierto es que son los personajes, sus relaciones y su evolución los que marcan el interés de la serie. Nos esperan muchas menos sorpresas esta temporada. Pero a cambio obtenemos un retrato de personajes mucho más completo y unas interacciones entre ellos de lo más coherentes y al tiempo inesperadas y divertidas. Todo ello arropado por la confortable atmósfera falso-ochentera que hace que te sientas en casa desde el minuto 1.
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