Bienvenidos a El Desfibrilador, una serie de artículos en los cuales repescamos alguna cosilla que, por los motivos que fuera, acabó descolgada de nuestra parrilla. Hoy toca Hannibal, una serie que tras un decepcionante e irregular primer capítulo, comenzó a mostrar sus propias virtudes en entregas posteriores. Hoy veremos si Hannibal merece ser resucitada.
La serie plasma la relación entre el extrañamente carismático doctor Hannibal Lecter y el agente especial Will Graham. La serie bebe de la novela Dragón Rojo, al igual que la película del mismo nombre. Sin embargo, donde la película de Anthony Hopkins y Edward Norton era una adaptación de la novela, en esta serie la narración precede a esta, tomándose muchas libertades y mostrando cómo se conocieron ambos personajes.
El reparto se crece con el tiempo, Mads Mikkelsen no es Anthony Hopkins, pero muestra un lado de extraña quietud y tensa calma del personaje que resulta magnética. Al mismo tiempo, Hugh Dancy no es Edward Norton, pero aunque el personaje que interpretan sea técnicamente el mismo, existe la suficiente distancia como para que muestre una versión interesante y atractiva del mismo.
Del libro "Mil maneras de comunicar que las cosas se van a joder muy fuerte": La referencia cinematográfica. |
Ahora bien, aunque la trama sea atractiva y las interpretaciones más que correctas, el punto fuerte de la serie es el aspecto visual. Desde el vestuario hasta la decoración, pasando por el increíble uso del color y alguna que otra pintoresca referencia, incluyendo cómo no el asesoramiento del chef José Andrés para las escenas culinarias, Hannibal es puro deleite visual, y yo creo que la serie puede ser disfrutada solo por eso.
Para fans del personaje, amantes de los descensos a la locura, y curiosos por la yuxtaposición entre horror y belleza, Hannibal merece ser resucitada.
Yo es que soy más flexible y a la vez más tajante.
ResponderEliminarSoy de la opción de dar más capítulos de margen a una serie que empieza antes que de repescarla. Una vez que la dejo, dejada queda.
Por eso siempre procuro darles tres o cuatro capítulos como mínimo. Salvo que haya algo que realmente me desagrade o directamente no me interese la temática de la serie. En cuyo caso, uno y no más, Santo Tomás.