La Delicadeza es una película francesa que nos habla de las segundas oportunidades que brinda el
amor. Audrey Tautou interpreta a una joven que pierde a su amado en el
apogeo de su relación y tras lo cual se hunde en años de tristeza que
intenta compensar con el trabajo. Nada parece poder sacarla del letargo
emocional que se ha autoimpuesto. Hasta que un día entra en su despacho
el destartalado François Damiens y la pilla en un momento de debilidad.
Ella le besa y... Arrancamos la crítica.
Casi todo en La Delicadeza es blanco, muy blanco. Y puro. Y se ve venir a la legua. En ese sentido no es una película sorprendente. Sin la interpretación de Tautou dando credibilidad a la pequeña pero firme mujer herida de amor y sin Damiens extendiendo su poderosa y tierna presencia en el filme, probablemente no estaríamos ahora hablando de ella.
La trama no tiene mayor misterio. El gran amor de Natalie (joven, atractivo y romántico) muere en un accidente de tráfico. Ella se pasa tres años volcada en el trabajo intentando evitar el dolor y sin dar más oportunidades al amor. Cuando le dan la oportunidad de formar su propio equipo, en él se incluye Markus, un sueco grandote, desaliñado y más bien torpe que nunca ha tenido mucho éxito con las mujeres. Una mañana, mientras ella recuerda a su gran amor, Markus entra en su despacho y sin saber por qué, ella lo besa.
A veces en las pelis francesas el desencadenante es un evento un poco extraño y aleatorio. Aquí, un beso porque sí. |
A
partir de ese momento empieza la película de verdad. Asistimos a los
intentos más bien burdos de él de acercarse a ella. Vemos como Natalie
no quiere comprometerse y menos con alguien con quien no experimenta una
atracción física. Pero los buenos modales, el carácter tranquilo y la
honestidad en cada cosa que dice y hace Markus la van ganando poco a
poco. Él, por su parte, intenta bandearse como puede, encontrándose ante
la elección de abrirse y ser probablemente rechazado o izar la vela
mayor y navegar en el proceloso mar del amor.
Al igual que Markus, la película es también tranquila y con escasos sobresaltos. Tenemos obviamente algunos elementos que añadan algo de pimienta a la trama: La amiga un poco cotilla que quiere detalles y no cree que Markus sea suficientemente bueno para Natalie; el pretendiente inasequible al desaliento que intenta conquistar el corazón de Tautou... y poco más realmente. Porque La Delicadeza trata principalmente de los dos protagonistas intentando firmar una paz consigo mismos. Ella ha de aceptar que puede amar a otro hombre, incluso si es tan distinto de su amor anterior; y que ello no es una traición a su amado muerto.
Él ha de decidirse a dar el paso y mostrar su amor y tomar un papel activo en la conquista. Por eso las mejores partes de la película es cuando ambos charlan y se van conociendo. Cuando discuten de su relación y de cualquier otra nimiedad. Porque Natalie y Markus no son complejos. Se construyen ellos solos sobre unos pocos pilares fundamentales con los que todos nos identificamos. Son casi arquetipos, muy previsibles. Pero ambos dicen siempre lo que piensan, no se engañan entre ellos ni engañan al espectador. De manera que la duda de si acabarán juntos o no parece más una cuestión de que ambos encajen de manera adecuada sus rasgos de carácter en el momento adecuado. Todo parece indicar que sí, que están hechos para estar juntos, pero la situación nunca parece ser la adecuada, esa en la que todas las piezas del puzle encajan y ya no habrá manera de desmontarlo jamás.
Al igual que Markus, la película es también tranquila y con escasos sobresaltos. Tenemos obviamente algunos elementos que añadan algo de pimienta a la trama: La amiga un poco cotilla que quiere detalles y no cree que Markus sea suficientemente bueno para Natalie; el pretendiente inasequible al desaliento que intenta conquistar el corazón de Tautou... y poco más realmente. Porque La Delicadeza trata principalmente de los dos protagonistas intentando firmar una paz consigo mismos. Ella ha de aceptar que puede amar a otro hombre, incluso si es tan distinto de su amor anterior; y que ello no es una traición a su amado muerto.
Él ha de decidirse a dar el paso y mostrar su amor y tomar un papel activo en la conquista. Por eso las mejores partes de la película es cuando ambos charlan y se van conociendo. Cuando discuten de su relación y de cualquier otra nimiedad. Porque Natalie y Markus no son complejos. Se construyen ellos solos sobre unos pocos pilares fundamentales con los que todos nos identificamos. Son casi arquetipos, muy previsibles. Pero ambos dicen siempre lo que piensan, no se engañan entre ellos ni engañan al espectador. De manera que la duda de si acabarán juntos o no parece más una cuestión de que ambos encajen de manera adecuada sus rasgos de carácter en el momento adecuado. Todo parece indicar que sí, que están hechos para estar juntos, pero la situación nunca parece ser la adecuada, esa en la que todas las piezas del puzle encajan y ya no habrá manera de desmontarlo jamás.
Confusos pero sinceros: Esta pareja es muy de película, pero te la quieres creer porque ah, l'amour... |
Indicaciones:
Románticos de las historias sencillas. Buscadores de historias
reconfortantes. Consumidores de entretenimiento sin complicaciones.
Contraindicaciones: Fans del suspense (aquí hay cero). Alérgicos a los romances cinematográficos. Escépticos del amor.
Interacciones: Cualquier historia de amores improbables o entre diferentes. Qué se yo... La Bella y la Bestia y El Fantasma de la Ópera, por ejemplo.
Efectos Secundarios: El final te dejará un poco como “¡ya podían haber seguido diez minutos más!”. Corres el riesgo de pensar que uno puede ser tan franco y directo como los protagonistas en sus relaciones amorosas. Ey, igual sí...
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